Un informe del Ministerio de Salud de la Nación es terminante y enciende la luz de alerta.
El chorro de veneno todo lo impregna, mientras el hombre corpulento
enfundado en ropa de combate y con una máscara protectora avanza sobre
una tapera de adobe. Hace horas que desafía al sol que parte la tierra,
con la pesada mochila a cuestas. Él y su compañero son una suerte de
soldados enrolados en una guerra atípica.
Su
cruzada es en defensa de los pobres, de los que muy poco o nada tienen.
De los más vulnerables, los más propensos a infectarse, los que
conviven con las vinchucas, los insectos mensajeros de la muerte, los
transmisores del mal de Chagas.
Las escenas se suceden en un marco
desolador, 260 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba y en el
límite con la provincia de Santiago del Estero. Los fumigadores están
afectados a la comuna de Pozo Nuevo, pequeña población de 270
habitantes, y los parajes circundantes.
“Ésta no es la solución;
incluso si voltean el rancho y hacen una casa de ladrillos, no alcanza
porque la gente no saca los gallineros ni los corrales de cabritos, que
son el hábitat de las vinchucas que vienen desde Santiago del Estero;
cambia el viento y las trae para acá”, comenta Carlos, un agente
sanitario afectado a la lucha contra el Chagas. Lo mismo pasa con los
chiqueros y las conejeras.
Con más de 30 años de experiencia, el
hombre corpulento confiesa que el personal no da abasto y se queja
porque la fumigación no servirá de nada si no se la repite cada seis
meses. “Antes se hacía todos los años; ahora hay lugares donde se hace
(se fumiga) cada cuatro o cinco años”, asegura Carlos. Sobre la
procedencia de los insecticidas, dice que “a veces vienen de la Nación y
otras los manda la Provincia”.
El grupo de hombres, radicado por
estos días en Pozo Nuevo, trabaja con la médica Natalia Camaño, quien
admite que existen “dificultades” por la falta de personal, que está
frenando el programa.
Camaño explica que hay un incremento de la
transmisión vertical, de madre a hijo, y la falta de recursos humanos
demora más de mil estudios que deben realizarse a menores de 0 a 15
años.
Lapidario. El panorama descripto es mucho más grave
aun de acuerdo a un informe sobre la realidad del Chagas en el país
elaborado en septiembre de este año por la Secretaría de Promoción y
Programas Sanitarios del Ministerio de Salud de la Nación, al que La Voz
del Interior tuvo acceso.
En el denominado “Boletín integrado
de vigilancia”, en el capítulo dedicado al mal de Chagas, se indica que
Córdoba presenta una “situación de alto riesgo para la transmisión
vectorial”.
Chaco, Formosa, Santiago del Estero, San Juan, Mendoza
y nuestra provincia “presentan una reemergencia de la transmisión
vectorial de Chagas, debido a un aumento de la infestación domiciliaria y
a una alta seroprevalencia en grupos vulnerables”.
En un segundo
grupo de provincias, integrado por Catamarca, Corrientes, La Rioja,
Misiones, Santa Fe, San Luis, Salta y Tucumán, la situación es de
“riesgo moderado”. Muestran una situación de riesgo intermedio con un
índice de reinfestación mayor al cinco por ciento en algunos
departamentos e insuficiente cobertura de vigilancia en algunos casos.
Las
provincias consideradas de bajo riesgo, porque lograron certificar la
interrupción de la transmisión vectorial, son Jujuy, Entre Ríos, La
Pampa, Neuquén y Río Negro.
Sin embargo, las 24 provincias
apuntadas afrontan una situación de “riesgo de transmisión congénita
universal”, derivado de las migraciones internas e internacionales de
países vecinos con elevada endemidad.
Funcionaria indignada.
El programa de Chagas depende de Epidemiología del Ministerio de Salud
de la Provincia, con sede en el segundo piso del viejo Hospital San
Roque. Las oficinas no son de las mejores y los pasillos están atestados
con afiches de la próxima campaña contra el dengue, que se iniciará
después de noviembre, cuando concluya la de Chagas.
La jefa del
área, María Frías, nos recibe en su reducido despacho y trata de hacer
lugar sobre el escritorio cubierto de informes y carpetas. Según la
funcionaria, las fumigaciones se realizan “en tiempo y forma” y niega
que haya demoras de cuatro o cinco años en algunos puntos de la
geografía cordobesa.
Pero no es esa opinión la que la molesta en
esos momentos. Está indignada por el boletín del Servicio Nacional de
Chagas, al que este diario tuvo acceso. “No es cierto; desde 2005 no
tenemos un agudo. No hay transmisión vectorial en Córdoba; priorizamos
lo congénito porque para el Chagas no hay medidas pediátricas”.
De
repente, una empleada ingresa y la interrumpe para decirle que, desde
Soto, “la doctora quiere remedios para un chico de 8 años que dio
positivo”.
Ése es uno de los tantos casos que se están
descubriendo en los estudios que involucran a los recién nacidos y hasta
los menores de 15 años, hijos de madres chagásicas.
Las muestras
que recoge Epidemiología en la provincia son enviadas al laboratorio del
Servicio Nacional de Chagas, que funciona en el mismo edificio del
Laboratorio Central de la provincia, por un convenio entre Córdoba y la
Nación.
El bioquímico Edgardo Moretti estima que ya se han estudiado más de 20 mil muestras de campo.
“Casos
agudos nuevos hubo muy pocos. Hace bastante que no tenemos ninguno, lo
que no significa que no los haya. Por transfusión, ya no hay contagios, y
de la transmisión de madres chagásicas a hijos podríamos decir que se
da en entre un tres y un cinco por ciento de los casos”, indica el jefe
del laboratorio del organismo nacional.
Moretti cuenta que en
estos momentos se están recibiendo muestras de chicos y también de
mayores, procedentes de Tulumba, Sebastián Elcano, Las Varillas y
Sobremonte.
A través de esos análisis, se ha incrementado el
número de chagásicos en la provincia y se ha dado un nuevo fenómeno: la
urbanización del Chagas.
“Es notable cómo se está dando, en
especial por las migraciones provenientes del norte del país y de
Bolivia. El otro día hubo casos en cortaderos de ladrillos de Monte
Cristo y han surgido también en la zona de Villa El Libertador”, revela
la jefa de Epidemiología.
Aclara Frías que, aunque se trata de una
enfermedad de los pobres, “también hay registros en Villa General
Belgrano, por la existencia de algunos aserraderos”.
“Ahora bien,
cómo no va a ser el mal de los pobres si a los laboratorios ni les
interesa esta enfermedad. Hace más de 40 años que los dos únicos
medicamentos para tratar el Chagas son Benzdinazol y Nifurtimox, que no
se venden en farmacias: los distribuye la Nación”, recuerda la médica.
Según
Falcha (Fundación Argentina de Lucha contra el mal de Chagas), esta
enfermedad constituye el problema sanitario más importante del país,
porque aproximadamente unos tres millones de argentinos la padecen, de
los cuales entre un 15 y un 30 por ciento de los infectados presenta
lesiones cardíacas o de otros órganos, que son irreversibles.
Cuando
pedimos estadísticas de la provincia, la jefa de Inmunología responde:
“No tengo”. Lo mismo ocurre a nivel nacional. Lo que nadie sabe decir es
si la inexistencia de cifras es porque a las autoridades no les
interesa o porque se ocultan los datos.
- 02/10/2011 00:01 , por Miguel Durán
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