Alicia Moreno cuando cumplió los 60 años, dejó su trabajo como cardióloga de la Municipalidad de Córdoba, pero gran parte de su vida se desempeñó en el Servicio Nacional de Chagas.
Alicia Moreno hoy está jubilada y es
feliz de ser abuela. Cuando cumplió los 60 años, dejó su trabajo como
cardióloga de la Municipalidad de Córdoba, pero gran parte de su vida se
desempeñó en el Servicio Nacional de Chagas. Estuvo 18 años y se fue
asqueada por ciertos manejos que vio durante la gestión militar del
Proceso y la de gobiernos democráticos.
Fue nombrada cuando el
organismo nacional –que tenía sede en Córdoba– estaba a cargo del
coronel Carlos Nicolás Romanella, quien vestido con uniforme de combate y
una fusta en la mano, decía: “Ésta es la tercera guerra mundial, es la
guerra contra la vinchuca”.
Por esa época (1978-1980), el militar
hacía operativos masivos de fumigación de ranchos de adobe y quienes se
negaban a salir eran arrojados afuera, aferrados a alguna silla o a un
camastro con sunchos de lata.
“Yo me
llegué a enfermar porque siempre hubo manejos raros, abusos y abandonos.
Se compraba material carísimo y sólo se utilizaba la mitad. No sé si lo
vendían o tenían desinfecciones privadas. Nunca hubo una época regular;
siempre estuvimos en manos de los negociados de los de arriba y de las
jefaturas intermedias. Y pensar que todos llegaron con una mano atrás y
otra adelante”, cuenta la médica.
La cardióloga Moreno recuerda
que desde Buenos Aires, “siempre se retaceaban los fondos; cómo iban a
tirar plata a los del norte relacionado con la pobreza y la incultura”.
Su
frustración fue porque la parte médica del Servicio Nacional de Chagas
“no tenía nada; el gasto grande era en los insecticidas. Íbamos a los
ranchos, golpeábamos una pared con la mano y caían 50 ó 60 vinchucas.
Después había que atender a los pacientes; los cardiólogos no teníamos
forma de ayudarlos. Yo, cuando tenía, les daba muestras gratis de los
laboratorios”.
Un reconocido psicólogo especialista en temas
sociales siempre comenta que en cualquier plan, sea alimentario,
sanitario o de viviendas, “cuando desde arriba se envía un litro de
agua, abajo sólo cae una gota”.
Quizá por eso, aquella tercera guerra mundial que comenzó un coronel del Proceso, hace más de tres décadas, parece no tener fin.
- 02/10/2011 00:01 , por Redacción LAVOZ
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