“Yo tenía que demostrar que era familiar y no una asesina”
El testimonio de una mujer que tuvo a su marido en estado
vegetativo casi cinco años muestra cómo la Justicia avala los
tratamientos médicos desproporcionados y menosprecia la voluntad de la
familia. La esposa terminó sometida a un juicio por alimentos para el
cónyuge en coma.
A Dinah Magnante le tocó conocer de cerca la experiencia del
“encarnizamiento terapéutico” asociado al “encarnizamiento judicial”,
con un paciente en estado vegetativo permanente. Es abogada y vive en
Palermo. Su esposo, Eduardo, quedó en coma y nunca más se recuperó como
consecuencia de un accidente de tránsito. A los tres años y medio de
permanecer así, el director médico del centro de rehabilitación donde
estaba internado le comunicó a la familia que debían cortarle los
tendones y luego una pierna a raíz de una infección provocada por las
escaras que suelen sufrir ese tipo de pacientes por la misma postración.
Ella y los hijos se opusieron porque consideraban que luego de tantos
años con un ser querido en esas condiciones, a su consecuente y
paulatino deterioro, se sumaría una técnica invasiva más. Pero la
Justicia avaló la intervención. El caso revela otras caras del drama de
los pacientes en vida vegetativa: el gran negocio para las clínicas y
sanatorios de mantener a una persona en ese estado indefinidamente y una
Justicia que favorece los tratamientos médicos desproporcionados y
niega la posibilidad de morir con dignidad. Las internaciones insumen un
gasto de alrededor de 100 mil dólares al año.
Fuente: Pagina/12
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