viernes, 9 de agosto de 2013

El estrés del cambio de vida

Efectos. Las nuevas experiencias que surgen en el camino son oportunidades de crecer, pero también pueden generar en el cuerpo sensaciones demasiado diferentes de las imaginadas cuando sólo eran fantasías o anhelos.

Nicolás tiene 28 años, se ha quedado sin trabajo recientemente y está a punto de comenzar en un nuevo empleo, que prevé más exigente que el anterior porque deberá liderar un equipo de trabajo en un área clave para una empresa, como es la de informática. Está casado con Paula, de 25 años, quien lleva un embarazo de cinco meses; ella, primeriza, le reclama más atención, le pregunta cómo se imagina al bebé que vendrá, pero él sólo piensa en su nuevo trabajo y –en realidad– no sabe cuál de las dos cuestiones lo angustia más.
Nicolás siente que es demasiado para él: demasiada responsabilidad, demasiadas cosas que deberá aprender en poco tiempo, demasiadas experiencias nuevas en un proceso que lo tiene como protagonista y del que no hay posibilidad de bajarse. Siente que le falta el aire, que el corazón se le acelera, mareos, dolores de cabeza. No puede dormir, no tiene apetito, va al baño a cada rato. Siente una tremenda angustia, está irascible y cada una de las perspectivas que imagina respecto del futuro se han vuelto sombrías, casi catastróficas. ¿Es justificado su estado de ánimo, y esa sensación de estar entre la espada y la pared? ¿No está pasando acaso un buen momento de su vida?
Lo que los psicólogos explican es que, en circunstancias como éstas, cuando los cambios son muy grandes e importantes, no importa demasiado si son cambios “para mal” o “para bien” a la hora de evaluar el malestar y los síntomas que son capaces de producir. Y es simplemente porque, unos más, otros menos, somos animales de costumbres: los cambios atraen, pero asustan.
“Las situaciones más estresantes o ansiógenas que atraviesa un ser humano son: una mudanza, la muerte de un ser querido, un nacimiento, separación o cambio laboral”, enumera Valentina Casini, miembro psicóloga del Sanatorio Morra. “Esto no quiere decir que todos los que atravesemos por estas situaciones vayamos a tener sintomatología ansiosa. Para eso, hay que tener una predisposición genética a la ansiedad”, añade.
Otra cosa es el miedo al cambio, que, en palabras de Patricia Gubbay, psicóloga especialista en el tratamiento del estrés y la ansiedad y directora del Centro Hémera en Buenos Aires, “es una respuesta normal en todos los individuos”. Todos sabemos que el enfrentarnos a una nueva situación nos genera un cierto nivel de ansiedad, que si es normal nos ayuda a tomar todos los recaudos necesarios para llevar a cabo la tarea satisfactoriamente e incluso puede ser un factor de mayor motivación. Ahora, si el nivel de ansiedad es muy alto y aparece la sintomatología antes descripta, estamos frente a un caso de ansiedad patológica”.
Oportunidades de crecer. Durante esas crisis vitales, es normal que aparezcan síntomas derivados de la angustia. En el caso del ejemplo, la angustia podría ser fácilmente aliviada renunciando al empleo ofrecido, aunque desde luego esa no puede ser de ningún modo la solución del problema: su ingreso es el único que la familia tendrá por unos meses y, además, es una buena oportunidad profesional, que lamentaría perder. No obstante, es claro que más de uno optaría por esa solución, y no estaría mal si se pudiera.
“¿Cuántas personas se han quedado en relaciones poco nutritivas y placenteras por no separarse y enfrentar un proceso de readaptación a una nueva vida? –se presunta la psicóloga–. Hay quienes se quedan durante años en el mismo trabajo porque no se animan a enfrentar un cambio que significa mucho esfuerzo y una gran cuota de voluntad. Esas situaciones no les permiten crecer y aventurarse en nuevos desafíos que los harán cambiar irremediablemente”.
Estas crisis vitales también son situaciones que se dan típicamente al ir “quemándose” etapas en la vida. Son habituales en el pasaje de la niñez a la pubertad, de la pubertad a la adultez, en la menopausia en las mujeres, o la llegada de la vejez.
Se conoce como “resiliencia” a la capacidad de sobreponerse a la adversidad. “Cuanta más resiliencia tiene una persona y más flexibilidad psicológica posea, más posibles serán los procesos de cambio y adaptación a las nuevas situaciones”, explica la psicóloga.
“No hay que quedarse en el problema ni en la dificultad –aconseja–. Se pueden superar los problemas que llegaran a presentar ante los cambios que debemos transitar indefectiblemente. Cuando hay síntomas que nos invaden y nos afectan la calidad de vida es aconsejable buscar ayuda profesional para que nos ayude en el proceso de cambio que no estamos pudiendo enfrentar”, añade Patricia Gubbay.
 08/08/2013 00:01 , por Redacción LAVOZ

Latinoamérica, pese a sus avances, mantiene brechas.-

El crecimiento y las mejores condiciones sociales de los últimos años no eliminaron aún las grandes distancias entre ricos y pobres.

Montevideo. Los latinoamericanos viven más años por las mejores condiciones de vida de la región y la menor mortalidad infantil, pero siguen haciéndolo en las sociedades más desiguales del mundo, según un balance de los últimos 20 años lanzado antes de la Primera Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo.
La cita es organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) con apoyo del Fondo de Población de Naciones Unidas y se desarrollará del lunes al jueves próximos en Montevideo.
Entre otras cosas, el foro pretende revisar y actualizar la agenda creada en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (Cipd) celebrada en 1994 en El Cairo, un encuentro considerado un hito en la cuestión porque congregó a 179 países que aprobaron un Programa de Acción con un horizonte de 20 años.
Un año antes de cumplirse ese plazo, la cita de Uruguay pretende poner “a consideración” de los 33 países latinoamericanos “un examen sobre la implementación” de aquel programa en esa parte del mundo y fijar “una agenda regional futura”, señala el informe de situación distribuido por la organización del encuentro.
En la capital egipcia, la comunidad internacional centró sus metas en el acceso universal a la educación primaria, con especial atención en las niñas, la reducción de la tasa de mortalidad materno-infantil y el aumento de esperanza de vida.
El informe considera que en este último capítulo América Latina brilló especialmente al situar la edad promedio de muerte de sus ciudadanos en 75 años, siete años más que la del total de las regiones menos desarrolladas y sólo 1,8 menos que el promedio de Europa. La cifra es más llamativa si se compara con la de 1950, cuando los latinoamericanos vivían 23 años menos de esa cifra media.
Además, desde mitad del siglo 20 la tasa de mortalidad infantil regional cayó más del 86 por ciento, de 138 a 19 defunciones anuales por cada mil recién nacidos vivos, y en todos los países se observó una reducción del riesgo de muerte antes del primer año de vida. Pero “la mortalidad materna permanece inaceptablemente alta” y Ecuador, Guatemala, Guyana, Honduras, Perú y Bolivia presentan en este terreno “una situación inquietante” con más de 200 fallecimientos de mujeres por cada 100 mil nacidos vivos.
Llama también la atención la caída de la fecundidad en una región que a mediados del siglo 20 tenía una tasa de seis hijos por mujer, un hijo más que el promedio mundial, pero que en los ’90 ubicó ese índice en 2,9, por debajo de la media del planeta, y en los últimos 20 años en 2,17. En este contexto se ha ido produciendo una desaceleración paulatina en el crecimiento de la población de América latina. Después de triplicarse entre 1950 y 2010, al pasar de 167 a 590 millones de habitantes, se prevé que hasta 2030 registre una subida del 20 por ciento y de sólo un nueve por ciento más hacia 2050.
Entre las preocupaciones del informe sobresalen las relativas a infancia y adolescencia. El 45 por ciento de menores de 18 años eran pobres en 2009, fenómeno que para Naciones Unidas es “inaceptable”. El estudio considera que “uno de los principales mecanismos que contribuyen a la reproducción” de esa situación es “el limitado acceso de niños y jóvenes pobres a la educación de calidad”. El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua presentan las peores tasas y sólo se mantienen en la escuela el 75 por ciento de los jóvenes de 15 años.
Tan malo o peor es el apartado de fecundidad adolescente, pues “en la mayoría de países con datos disponibles ha habido un aumento del porcentaje de jóvenes madres entre 1990 y 2010 (12 de 18 países)”.
Pese a que la tendencia desde 2000 se atenuó, todavía 10 de 18 países en la última década sufrieron subidas (Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, República Dominicana, Nicaragua, Perú y Venezuela), aunque en los tres últimos de forma marginal.
Tras estos indicadores subyace el hecho de que “la región continúa siendo la de mayor desigualdad del mundo”.
Estas diferencias son palpables en salud reproductiva entre mujeres rurales, jóvenes, con menor nivel educativo e indígenas. “La desigualdad étnica es una dimensión adicional de la aguda desigualdad regional”, con una mortalidad infantil en los niños indígenas un 60 por ciento mayor a la de los no indígenas.
Datos relevantes
Demografía. Un documento actualizado de la ONU sobre perspectivas de la población mundial indica que hacia el año 2050 el número de habitantes en América latina alcanzará a 902 millones (el mundo tendrá entonces 10.868 millones de habitantes) y que en la región y el Caribe, en general, hay más mujeres que hombres.
Patrón común. La tendencia de mayoría femenina se refleja en los países más poblados de la región –Brasil, México, Argentina y Colombia–, aunque se iguala o se revierte en otros, como Bolivia, Cuba, Ecuador, Honduras, Perú y Venezuela.
Víctimas. Las latinoamericanas y caribeñas padecen más el fenómeno de la inmigración. A la violencia, la pobreza y la falta de escolaridad se suman la trata de personas, la explotación laboral y el tráfico de drogas.

 09/08/2013 00:01 | Raúl Cortés (Agencia EFE)

 

Hallan a familia que vivía en la jungla desde 1971 por temor a la Guerra de Vietnam.-

Padre e hijo se refugiaron luego de que su casa fuera bombardeada y perdieran a la madre y a dos pequeños. Desde entonces, vivían en una cabaña que construyeron en un árbol. Tenían una huerta y cazaban con armas rudimentarias.

 


Un vietnamita y su hijo han vivido en la jungla del centro del país, aislados como la naufragada "familia Robinson suiza", desde una noche de 1971 en que su casa fue bombardeada y perdieron a la madre del hijo y a otros dos chicos, informan este jueves los medios locales.
Ho Van Thanh y su hijo Ho Van Lang vivían un una cabaña de madera que habían construido en un árbol y adonde llegaron ayer, miércoles, las autoridades para devolverlos a la civilización, según el diario "Thanh Nien" (Juventud).
El equipo de rescate, que tuvo que adentrarse 40 kilómetros en esa jungla de la provincia de Quang Ngai, los descubrió cubiertos con taparrabos y utilizando armas y utensilios que habían fabricado con lo que hallaban en su entorno.
Cerca de la vivienda había una pequeña huerta, con la que complementaban los frutos que recolectaban y la caza. También plantaban tabaco y lo fumaban.
En un rincón de la cabaña, el veterano aún guardaba los pantalones militares que vistió durante la Guerra de Vietnam.
Desde hace 40 años se ha conocido su paradero, porque otro hijo, el benjamín, se salvó del bombardeo, creció con un familiar y un día de 1983 consiguió encontrarlos con la ayuda de un tío.
No obstante y pese a todas sus insistencias, no logró nunca convencerles de que abandonasen la protección de la jungla y regresasen.
El hijo menor volvió en varias ocasiones desde entonces, incluso acompañado por personas con mayor autoridad, para intentar disuadirlos y para llevarles ropa y cosas difíciles de encontrar, como aceite y sal.
El padre y su hijo Lang siempre se negaron a regresar, incluso huían y se escondían si los intentaban agarrar, y la ropa y utensilios que les llevaban se encontraban metidos en una bolsa, como si no los usasen.
Ayer, Ho Van Thanh, ahora con 82 años y demasiado débil para andar por sí solo, tuvo que ser transportado en una hamaca de vuelta a la civilización.

08/08/2013 16:23 | Agencia EFE