Experiencia. Quienes sufrieron el problema aseguran que, cuando no se presentaban al examen, el malestar se incrementaba. La postergación o suspensión refuerza la fobia.
Sin miedo a exagerar, Juan Benítez y Florencia Pereira dicen que ir a
rendir un examen era como caminar hacia el matadero. Así lo sentían
antes de empezar a tratar este miedo y aprender a controlarlo.
Florencia comenzó a padecer fobia a examen cuando estudiaba Medicina.
“Tenía síntomas físicos como gastritis o vómitos. Era terrible. Iba a
rendir en pésimo estado, y a veces no iba por miedo a que me fuera mal o
no saber lo suficiente. Pasan muchas cosas por la cabeza”,
cuenta.
A
Juan le sucedía más o menos lo mismo. “Estudiaba Abogacía y no tenía
problemas con los exámenes escritos, pero el problema eran los orales.
Psicológicamente me costaba enfrentarme cara a cara con el profesor. El
tema de la ansiedad es un disparador automático y se manifiesta
físicamente con contracturas, calambres, sudor, transpiración y
alteración del sueño”, relata.
Ambos
coinciden en que los síntomas empezaban cuando conocían la fecha del
examen y debían sentarse a estudiar. “Estudiaba a la par de mis
compañeros, pero cuando llegaba el momento del examen, los nervios
hacían que a veces ni siquiera diera el presente. Empezaba a tener
pensamientos negativos, como que me iba a ir mal, que iba a fracasar.
Era como estar caminando hacia el matadero. La situación era tan
horrible que lo único que quería era que pasara pronto, de cualquier
manera”, dice Juan.
Florencia agrega: “Si resolvía no rendir, luego la angustia era tremenda”.
En busca de la solución. Cuando
este problema se hizo insostenible, Juan pensó que la razón era el
cansancio y el estrés, porque había empezado a trabajar y sumaba muchas
actividades. Entonces, decidió dejar la carrera por un año, pero ese
tiempo se convirtió en ocho años.
“Cuando quise volver a tomar los
libros, el miedo volvió y, entonces, empecé a pensar en cómo iba a
solucionar esto, porque yo estaba seguro de que quería ser abogado. Y
todo se hace más difícil cuando ves que tus compañeros avanzan y vos te
vas quedando, cuando ellos dan diez pasos y vos sólo das uno. Entonces,
la autoestima se destruye”, cuenta Juan.
Florencia, por su parte,
tuvo la ayuda de su mamá, quien advirtió sobre su problema para
afrontar los exámenes y la incentivó a empezar unos talleres grupales.
Después de un tiempo de búsqueda, comenzaron el tratamiento e iniciaron un largo camino para superar la fobia a examen.
Mes
a mes aprendieron a conocer este miedo, desarrollaron técnicas para
controlarlo, aprendieron métodos de relajación y respiración y, sobre
todo, conocieron a otros estudiantes que estaban pasando por la misma
situación. Así, no sólo compartieron sus experiencias, sino que pudieron
acompañarse mutuamente.
“Si uno lo piensa objetivamente, dar un
examen no es más que sentarse delante de un ser humano y responderle lo
que él pregunta. Pero para quienes padecimos esto, esa situación se
convertía en un mundo, en algo imposible de soportar”, describe
Florencia.
Durante ese tiempo ella dejó la cerrera de Medicina y
estudió publicidad. Se recibió hace dos años y dice que fue muy feliz,
sobre todo porque rindió sin pasar el estrés y la angustia de antes.
Juan
se recibió finalmente de abogado y cuenta que haberlo logrado en calma y
como un proceso natural significó un cambio de vida.
El impacto
sobre la autoestima se agrava cuando la solución es no rendir el examen
o, directamente, dejar la carrera en suspenso. Ver a los pares avanzar
afecta más a quienes lo padecen.
- 26/06/2013 00:01 , por Redacción LAVOZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario