Nos suelen pedir que no los llamemos “pacientes” porque, en realidad, esta palabra describe una postura de espera, de pasividad. Ingrid Strusberg.
Si bien la paciencia es una de las virtudes que más desarrollan las personas con enfermedades reumáticas crónicas, nos suelen pedir que no los llamemos “pacientes” porque, en realidad, esta palabra describe una postura de espera, de pasividad.
El paciente con artritis, con osteoporosis, con espondilitis, con gota, con artrosis, con fibromialgia ya no se siente cómodo con esa denominación... y nos lo dice. Nos estamos acostumbrando a decir, por ejemplo, personas que conviven con artritis.
Y esto tan sencillo marca todo un escalón en la evolución de la relación entre los reumatólogos y las personas que acuden buscando un alivio a sus dolores reumáticos.
Ya no son pasivos. Llegan a la consulta para que el médico los oriente, les explique el diagnóstico, pronóstico y alternativas de tratamiento. La mayoría no espera y ya viene con algún diagnóstico presuntivo. Los que son jóvenes, porque “googlearon” los síntomas. Los mayores, porque ya pasaron por otros profesionales que los fueron guiando.
La historia clínica sigue siendo el pilar del diagnóstico y explicar con detalle el dolor es una de las etapas necesarias que ayuda a quien lo padece. Los estudios complementarios permiten afinar causas y definir el tratamiento.
Gran parte de la consulta se destina a dialogar sobre lo que prefiere. ¿Quiere intentar fisioterapia y medicamentos? ¿O algo más invasivo y rápido como una infiltración? ¿Prefiere el remedio por vía oral o inyectable? ¿Subcutáneo o endovenoso? ¿Quiere medicamentos aprobados o participar de un protocolo de investigación?
Muchas de las decisiones sobre la continuidad o no de los tratamientos se basan en cuestionarios basados en las opiniones y sentimientos de los que sufren el impacto de estas enfermedades, que pueden llegar a ser invalidantes.
Esta nueva concepción en la toma de decisiones fluye en la consulta con el reumatólogo porque lleva más de 15 años desarrollándose y se fue consolidando con algunas guías y regulaciones.
La responsabilidad sigue siendo del médico. Pero el consenso hace que aumente la adherencia a los tratamientos, y que las expectativas se dimensionen en su justa medida. Y entonces el “paciente” se convierte en “protagonista” de su propia mejoría.
*Médica especialista en Reumatología
22.09.2010 LA VOZ
Si bien la paciencia es una de las virtudes que más desarrollan las personas con enfermedades reumáticas crónicas, nos suelen pedir que no los llamemos “pacientes” porque, en realidad, esta palabra describe una postura de espera, de pasividad.
El paciente con artritis, con osteoporosis, con espondilitis, con gota, con artrosis, con fibromialgia ya no se siente cómodo con esa denominación... y nos lo dice. Nos estamos acostumbrando a decir, por ejemplo, personas que conviven con artritis.
Y esto tan sencillo marca todo un escalón en la evolución de la relación entre los reumatólogos y las personas que acuden buscando un alivio a sus dolores reumáticos.
Ya no son pasivos. Llegan a la consulta para que el médico los oriente, les explique el diagnóstico, pronóstico y alternativas de tratamiento. La mayoría no espera y ya viene con algún diagnóstico presuntivo. Los que son jóvenes, porque “googlearon” los síntomas. Los mayores, porque ya pasaron por otros profesionales que los fueron guiando.
La historia clínica sigue siendo el pilar del diagnóstico y explicar con detalle el dolor es una de las etapas necesarias que ayuda a quien lo padece. Los estudios complementarios permiten afinar causas y definir el tratamiento.
Gran parte de la consulta se destina a dialogar sobre lo que prefiere. ¿Quiere intentar fisioterapia y medicamentos? ¿O algo más invasivo y rápido como una infiltración? ¿Prefiere el remedio por vía oral o inyectable? ¿Subcutáneo o endovenoso? ¿Quiere medicamentos aprobados o participar de un protocolo de investigación?
Muchas de las decisiones sobre la continuidad o no de los tratamientos se basan en cuestionarios basados en las opiniones y sentimientos de los que sufren el impacto de estas enfermedades, que pueden llegar a ser invalidantes.
Esta nueva concepción en la toma de decisiones fluye en la consulta con el reumatólogo porque lleva más de 15 años desarrollándose y se fue consolidando con algunas guías y regulaciones.
La responsabilidad sigue siendo del médico. Pero el consenso hace que aumente la adherencia a los tratamientos, y que las expectativas se dimensionen en su justa medida. Y entonces el “paciente” se convierte en “protagonista” de su propia mejoría.
*Médica especialista en Reumatología
22.09.2010 LA VOZ
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